A pesar de disponer de unos fondos de valor incalculable, en el Museu de Prehistòria de Valencia destaca la pieza de la vitrina número 96: el Vaso de los Guerreros de Llíria, convertida en el centro de la exposición enfocada en realzar el misterio y la belleza del arte ibérico.
Aunque se encontró fragmentada y un poco quemada, en 1934, esta pieza de cerámica ha levantado admiración e interrogantes a partes iguales, ya sea por la intención original de la representación en el friso por parte de sus creadores, o bien por la identidad de los seis jinetes y seis infantes que aparecen en batalla. Si está basado en la realidad o en una recreación simbólica también despierta la curiosidad de los que la han estudiado.
Una muestra atemporal
Helena Bonet, directora de la institución, y el conservador Jaime Vives-Ferrándiz, hacen balance de la cuestión y arrojan algo de luz sobre una época sembrada de claroscuros.
Vives-Ferrándiz apunta que la escena “está marcada por dos personajes que están enfrentados” y que no cabe duda alguna sobre sus intenciones, aunque no se conozca el nombre de su ejecutor. También se deduce que tuvo que ser un encargo de la elite social de Edetania, un territorio que en la actualidad comprendería a la vertiente occidental de Valencia y el sur de Castellón. Esta idea se debe a que la finura y la calidad del trabajo era superior a la de otras cerámicas indígenas del Mediterráneo.
Otras claves que se pueden encontrar en el Vaso son los motivos florales que salpican la escena, las escamas que presentan algunos personajes o el tipo de armamento que portan. De este modo, el Museu ha escudriñado estas pistas y ha complementado la exposición con objetos originales del tipo que se representan en el Vaso, así como fotografías tomadas durante la excavación y calcos originales y acuarelas de José Alcácer de principios de los años cincuenta. Estos documentos, custodiados por el Museu desde su descubrimiento, se exponen por primera vez al público.
Un aniversario para celebrar
Los arqueólogos y restauradores han realizado un gran trabajo y, además, la Diputació de València ha aportado una implicación máxima con el proyecto. La pieza lo merece, pero también el propio museo, que en 2017 celebró su noventa aniversario. Conferencias, talleres didácticos y visitas guiadas enaltecen una muestra ejemplar, que invita a pensar en el pasado de las culturas mediterráneas.
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